Lo que he aprendido en mi proceso contra la depresión (y que ojalá alguien me hubiera dicho antes)
Reflexiones sobre la depresión, la importancia de pedir ayuda y el crecimiento personal. Un viaje hacia el bienestar y la superación en el emprendimiento.
Hace un año, tomé una decisión que marcó un antes y un después en mi vida: dejar Mérida, Yucatán, y con ello, una rutina que ya era insostenible. Estaba agotado, emocionalmente fragmentado, y comprendí que no podía seguir adelante sin ayuda. Regresar a la Comarca Lagunera fue el primer paso de un proceso en el que prioricé mi salud mental, optando por apoyo psiquiátrico y psicológico. No fue un acto de valentía, sino un acto de supervivencia.
Hoy, doce meses después de haber tocado fondo, me siento listo para compartir mi camino hasta ahora. No porque “ya esté bien”, sino porque estoy aprendiendo a estar mejor. Este trayecto lleno de altibajos me ha dejado cicatrices que cuentan historias, sí, pero también destellos que iluminan nuevos aprendizajes, relaciones más sanas y momentos de paz que antes parecían inalcanzables.
Esto que lees no es un testimonio de superación personal con un “Y vivieron felices para siempre”. Es más bien un mapa incompleto, una colección de señales para quienes, como yo, están intentando salir del túnel sin perderse en el proceso.
Si mi historia puede acompañarte, aunque sea un poco, habrá valido la pena compartirla
Pedir ayuda no es rendirse. Es reconstruirse.
Una amiga me recordó algo poderoso: pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de valentía por no rendirse. Y tenía razón, esa frase me salvó la vida. La salud mental no debe tomarse a la ligera, y mucho menos enfrentarse únicamente con “echarle ganas”. Así como un resfriado común requiere atención médica para evitar complicaciones, la depresión también necesita tratamiento clínico adecuado para sanar.
El apoyo psiquiátrico y psicológico es esencial, y encontrar al profesional o a la profesional adecuada puede ser el primer paso hacia la recuperación. La depresión no se vence con frases motivacionales. Se trata, se atiende y se respeta como la condición médica que verdaderamente es.
Si tú o alguien que conoces está enfrentando la depresión, recuerda que pedir ayuda es un acto de fortaleza y cuidado personal. Pedir ayuda no es rendirse: es la primera victoria en el camino hacia el bienestar.
La soledad en el camino
Lo que más me sorprendió al inicio, y que me afectó profundamente, fue descubrir la soledad de este proceso. Por mucho que las personas a tu alrededor quieran apoyarte, no siempre saben cómo hacerlo, y a menudo terminan alejándose o haciéndolo de manera incorrecta. Este es un camino que debes recorrer por y para ti. No habrá aplausos ni un acompañamiento constante, y nadie más vendrá a salvarte. Esa es la realidad: todo depende de ti.
En esos momentos oscuros, aprendí algo duro pero verdadero: hablar abiertamente sobre tu salud mental puede ser incómodo para muchas personas. No se trata de falta de cariño, sino de desconocimiento sobre cómo lidiar con el dolor ajeno. A veces, el miedo a decir lo incorrecto lleva a las personas a tomar distancia. Y sí, duele. Pero con el tiempo entiendes que esto no es una traición. Aprendes a no culparlas y, sobre todo, a ser tu propia compañía, porque tú eres quien lleva la responsabilidad de tu bienestar.
Aunque este proceso puede ser solitario, también es una oportunidad para crecer y fortalecerte. Cada paso que das hacia tu bienestar es una victoria personal que nadie puede quitarte. Al final, descubrirás que, aunque el camino sea difícil, el aprendizaje y la resiliencia que obtienes son invaluables.
El éxito no te vacuna contra el vacío
Es importante diferenciar entre el éxito profesional y la satisfacción personal, lo que en la Pirámide de Maslow conocemos como autorrealización. Cuando comencé a hundirme en esa espiral de depresión, todo parecía perfecto desde afuera: estaba en la cúspide profesional de mi área, diseñando y liderando las convocatorias más grandes de emprendimiento a nivel nacional. Sin embargo, esto no sustituía ni compensaba el vacío que tenía dentro.
Era una disonancia brutal, como escalar una montaña solo para descubrir que elegí la cumbre equivocada porque confundí sima con cima. Es ahí cuando realmente duele, cuando te das cuenta de que todo lo que has trabajado y todo el esfuerzo parece en vano. Te rompe cuando comprendes que todos tus logros no llenan ese vacío que sientes, cuando de verdad te das cuenta lo solo o sola que estás.
Soltar es morir un poco. Pero quedarse duele más.
Muchas veces, somos los principales responsables de nuestro sufrimiento porque nos resistimos al cambio. Cuando nos encontramos en un proceso de transformación, es crucial permitir que lo antiguo desaparezca para dar espacio a lo nuevo. Nuestra resistencia al cambio no solo dificulta el crecimiento, sino que amplifica el dolor. Dejar atrás a la versión de nosotros mismos que ya no nos sirve puede ser difícil, pero es un paso necesario para avanzar.
En mi caso, lo entendí cuando dejé Mérida para regresar a la Comarca Lagunera. En un principio, me sentí derrotado, como si retrocediera una década en mi vida. Sin embargo, al aceptar que este cambio era necesario y parte de mi proceso, todo comenzó a fluir de manera más natural. Este camino no está exento de desafíos, pero soltar aquello que ya no nos beneficia nos permite abrirnos a nuevas oportunidades y posibilidades.
Recuerda: para que algo nuevo pueda construirse, primero debe existir cierta destrucción.
Lo opuesto a la adicción no es la sobriedad. Es la conexión.
Durante la pandemia, el mundo entero pareció disolverse en un océano de píxeles y notificaciones. Lo que empezó como una medida de seguridad, pronto se volvió una desconexión emocional. Mi vida, antes colmada de reuniones, reuniones y proyectos compartidos en espacios como Talent Land o INCmty, se redujo a una sucesión de videollamadas y ventanas digitales. Lo que solía ser energía compartida se convirtió en silencio pixelado.
Ese cambio me golpeó fuerte. Las paredes que me protegían se volvieron una prisión emocional. Y en ese encierro, busqué escape en sustancias que prometían calmar el vacío. Pero no era adicción a esas sustancias. Era una manera desesperada de evitar la soledad.
Muy tarde comprendí que el vacío no se llena con químicos, sino con vínculos. Con esas conversaciones que no esperan respuestas perfectas. Con esos encuentros donde basta con estar. Donde tu presencia es suficiente. Hoy sé que la conexión humana no es un lujo. Es oxígeno. Es sostén. Es medicina. Y también es una elección. Una que se construye, se cuida y se cultiva cada día.
Nunca empiezas de cero
La idea de "empezar de cero" es un mito. Nadie comienza desde la nada; cada nuevo capítulo en la vida se construye sobre una base sólida de conocimientos, experiencias y aprendizajes previos. Todo lo que has vivido hasta ahora, incluyendo tus errores y logros, te acompaña y te fortalece para enfrentar nuevos desafíos.
Cada experiencia del pasado es una herramienta valiosa. Las lecciones aprendidas son brújulas que guían tus decisiones, y los errores funcionan como mapas que te indican los caminos a evitar y los que vale la pena explorar. Por ello, es importante aceptar y valorar todo lo que forma parte de tu historia; las cicatrices que llevas no son simplemente marcas, sino testimonios de tu evolución y resiliencia personal.
Comenzar de nuevo no significa borrar el pasado, sino usarlo como cimientos para lo que estás construyendo. Es un proceso enriquecedor en el que cada paso previo aporta sabiduría y perspectiva, convirtiendo cada inicio en una continuación más sólida de tu historia. Cada "nuevo comienzo" es, en realidad, un capítulo más en un libro que nunca deja de escribirse.
Cada paso cuenta. Y descansar también es avanzar.
A veces, una pequeña acción puede marcar la diferencia. Levantarte de la cama en un día difícil puede ser tu primera victoria. Estos pequeños logros tienen un impacto acumulativo: cada lágrima liberada, cada respiro profundo en medio de la tormenta, cuenta.
Incluso esos momentos en los que necesitas detenerte, mirar al techo y simplemente respirar, son parte del proceso. No representan una derrota, sino una pausa necesaria para recargar fuerzas.
Este viaje no es una carrera contra el tiempo, sino una travesía en mar abierto. Habrá días para remar con energía y otros para dejarte llevar por las olas, confiando en que el movimiento, aunque sutil, también te lleva hacia adelante.
Recuerda que cada paso, por pequeño que parezca, forma parte del camino hacia una mejor versión de ti.
Sí, va a doler. Pero también vas a florecer.
Sanar es un proceso que puede parecer desafiante y, a veces, doloroso. Es como desmontar las estructuras internas que has construido a lo largo del tiempo, enfrentándote a cicatrices y patrones que ya no te sirven. Este proceso requiere valentía, ya que implica mirar de frente lo que has evitado, aceptar tus momentos de vulnerabilidad y reconocer que algunas actitudes, como las impulsadas por el ego, pueden no ser las más sabias.
Sin embargo, en medio de este desafío, hay una oportunidad transformadora. Al igual que una crisálida que se rompe para convertirse en mariposa, sanar te libera de aquello que ya no necesitas y te permite revelar una versión más auténtica y fuerte de ti mismo o de ti misma. Es un viaje de liberación que te lleva a descubrir tu verdadera esencia.
El camino no siempre será recto. Habrá días en los que sentirás que retrocedes o momentos en los que te tiente volver a viejos hábitos. Esto es natural y parte del proceso. Lo importante es recordar que cada paso, incluso los más pequeños, te acerca a tu meta. Cada esfuerzo cuenta, y es fundamental mantener la perspectiva de progreso continuo.
Si estás leyendo estas palabras, ya has comenzado tu proceso de sanación. Reconocer que necesitas un cambio y estar dispuesto o dispuesta a enfrentarlo es una victoria en sí misma. Este viaje no se trata de perfección, sino de avanzar con determinación hacia una vida más plena y auténtica. Aunque el camino sea desafiante, cada momento de esfuerzo vale la pena, porque al final, lo que encontrarás no es solo sanación, sino también libertad y transformación.
Quiero que recuerdes algo esencial: no estás solo ni sola en este proceso. Si estas palabras resonaron contigo, es porque compartimos una conexión, una esperanza común. La sanación no es un destino, sino un viaje lleno de aprendizaje, resiliencia y luz. Y aunque hoy no lo veas claramente, el futuro que te espera está lleno de posibilidades.
Tu presencia aquí es un acto de valentía. Es un recordatorio poderoso de que, incluso en los momentos más difíciles, tienes la capacidad de superar obstáculos y avanzar hacia un futuro más esperanzador. Cada día es un paso más hacia una mejor versión de ti.
Muchísimas gracias por leerme.