No, las cosas no están bien en mi vida. ¿Pero quién dijo que tenían que estarlo?
Nos han vendido el concepto idealizado de felicidad y prosperidad, donde todo es idóneo. Sin embargo, eso no es más que sueño guajiro. Aceptar y acoger que las cosas no siempre estarán bien nos permite abrazar la imperfección y la incertidumbre como partes inevitables de la vida.
Reconocer esto no es resignarse, sino ver el dolor y los desafíos como oportunidades de crecimiento y resiliencia.
Es en medio del caos, el dolor y las dificultades donde encontramos nuestras mayores lecciones, forjamos nuestras mejores cualidades y nos fortalecemos desde el alma. Sí, tal vez hoy no estoy del todo sano ahorita, pero estoy sanando heridas que no sabía que tenía.
Tal vez no me encuentro bien emocionalmente, pero estoy aprendiendo a amarme. Aunque no sé cómo resolver todos mis problemas ahora, mi curiosidad me lleva a explorar nuevas soluciones cada día. Tal vez muchos me han dado la espalda, estoy recordando lo fuerte que en realidad soy.
Vaya que he cometido errores que me han salido caro, pero las lecciones que he aprendido son invaluables. Puede que no he obtenido todo lo que anhelo, pero he aprendido a apreciar lo que tengo. Tal vez he perdido algunas batallas, pero sigo luchando.
Esta dualidad de la vida nos recuerda que los momentos de tristeza pueden estar entrelazados con momentos de alegría. La vida está llena de contradicciones, donde cada paso puede ser tanto un avance como un retroceso.
En cada cielo encontraremos un infierno. Y hay una bienvenida en cada despedida. Puede que hoy tengamos prosperidad, pero mañana nos enfrentamos a la necesidad.
Por eso, aprendamos a encontrar felicidad plena, incluso cuando experimentemos un leve sentimiento de tristeza. Es parte natural de nuestra experiencia humana, una mezcla que enriquece nuestro camino y nos ayuda a crecer.
Así que si, las cosas no están bien en mi vida. ¡Y lo agradezco!